lunes, 22 de agosto de 2016

"Una entre doscientas"



"La universidad no levanta el vuelo como acaba de certificar el Center for Word University Ranking en su calificación anual sobre los mejores centros de todo el  mundo. Sólo una (la Pompeu Fabra número 122) se coloca entre las primeras doscientas y únicamente 14 campus españoles se cuelan entre los quinientos primeros. La gente no sabe que somos el país del mundo con peores resultados en calidad universitaria en relación con la renta per cápita. Qué bochorno. Lo paradójico es que cuando los encuestadores del CIS van inquiriendo a los españoles por sus preocupaciones jamás sale en cabeza la educación como problema. Ahí anda entre el 4 y el 5% como una cuestión residual y testimonial. Si preguntas a los responsables de las públicas o las privadas ya sabes más o menos lo que te van a decir. Que todo se resume en la falta de recursos. Que la universidad de Oxford gasta 80.000 euros por alumno al año y la Complutense 6.500. Y, por supuesto, que los mejores situados en el ránking es porque 'fichan' doctores, catedráticos, investigadores de todo el mundo. Los recortes, vaya. Y no digo que no haya algo de cierto en esos argumentos. Pero es que la 'uni' española en general sale mal parada en todo: calidad del profesorado, planes de estudio e investigación. Eso revela males más profundos que los puramente presupuestarios. Y, de hecho, estamos mal ahora con la crisis y los recortes y estábamos igual o peor en las épocas de crecimiento y abundancia. 

Las raíces del mal las conoce cualquier que haya pasado por las aulas universitarias: endogamia en la contratación de profesores, planes de estudio alejados de la realidad profesional y escaso nivel de exigencia a los alumnos.  Eso desde el plano académico. Porque en el fondo, fondo, seguimos anclados en un pasado que ha convertido la educación y la universidad en un campo de batalla ideológico y político. En un terreno de lucha por el poder. Así que las afinidades políticas y de grupo operan por encima de  los méritos académicos. Y, además, la universidad se ha convertido en un terreno vedado. Lejos de la sociedad, al margen del control de los padres, sin conexión con el mundo empresarial. Ahí campan a sus anchas titulares, decanos, rectores, doctorandos, todo un mundo endogámico donde los tribunales de calificación son a menudo una farsa. Y los trabajos 'de investigación' para ganar puntos, una filfa que nadie lee y que pasan directamente de la imprenta a la biblioteca sin que los vea ni el bedel. En Cataluña la barrera del idioma funciona como parapeto para frenar la llegada de profesores que aumenten la competencia. Y en otros lugares donde no hay excusa de la lengua propia se inventan las trabas localistas consiguientes. Una especie de caciquismo 'intelectual' digamos. Lo más frustrante es que este ránking tan negativo de la universidad  es el síntoma de nuestro estancamiento como nación." 

Juan Carlos Viloria

El Diario Montañés, 22 de agosto de 2016

El mercado negro del TFG



El Plan Bolonia y la reducción de los salarios a los recién salidos licenciados y funcionarios han convertido en un negocio muy lucrativo la compra-venta de Trabajos Fin de Grado y de Máster. Los más vagos sólo tienen que buscar online un interesado que les realice el proyecto de fin de carrera, a cambio de dinero  y absoluta discreción, para asegurarse el éxito académico.



sábado, 6 de agosto de 2016

El "antes" del principio: aprender a decidir

Embarcarse por primera vez en un proyecto académico, grande o pequeño, implica ser conscientes de que vamos a comenzar un camino sinuoso (y a veces tortuoso) en el que tendremos que aprender a tomar decisiones importantes, ser consecuentes con nosotros mismos y aceptar las responsabilidades. Es como transitar una senda curva en la que, a cada pocos pasos, se nos presentan bifurcaciones, ante las cuales debemos detener nuestra marcha para reflexionar cuál es la más certera, o la más conveniente para nosotros. Otras veces, el camino se adentra en la espesura y hemos de librarnos de los obstáculos que nos impiden avanzar.


Mi andadura, en realidad, habría comenzado unos dieciocho meses antes, cuando al final del primer cuatrimestre de tercer curso una de nuestras profesoras nos advirtió acerca de ir pensando y hablando con los profesores que quisiéramos como tutores de nuestros TFG. Mi amigo y yo lo consideramos como el mejor consejo del año. Sin embargo, cuando decidimos contactar, a mediados de año, recibimos una respuesta negativa, pues algunas personas se nos habían adelantado. Ningún profesor podía dirigir más de dos proyectos fin de carrera. Desesperados al principio, recurrimos a un nuevo profesor, con el que yo llegué a acordar una posible temática. Mi amigo, en cambio, se había inclinado por otro investigador, atendiendo a su vocación, y le escribió para comunicarle sus intenciones. Recuerdo que en una ocasión le acompañé al despacho del mismo, debido a la incertidumbre que le paralizaba, pues no le había respondido debido a que había permanecido ausente del trabajo por motivos de salud. La falta de diligencia provocó una contestación tardía y que mi amigo se inclinara por el mismo profesor al que había acudido yo, generando una situación embarazosa para él... y no menos para el investigador, que afirmó primeramente que su sugerencia implicaba modificar sus planes docentes previstos para el próximo curso.

Transcurridos varios meses, iniciamos nuestro último año del Grado. Para entonces comenzamos a comprobar por nosotros mismos que apalabrar el TFG no era la mejor opción ni la que el decanato estimaba, administrativamente, más oportuna. Se requerían una serie de trámites y requisitos que podían concretarse en cualquier momento del curso académico. Existía una lista de líneas o temas propuestos por los profesores, y una "segunda vía" que consistía en proponer un tema por cuenta propia y un director para el proyecto. Mi amigo  y yo no efectuamos la matrícula en septiembre, y cuando se publicaron dos meses después las asignaciones, sin previo aviso por parte de la Facultad, encontramos que el profesor con el que habíamos acordado nuestros temas ya había sido asignado. Nos habíamos metido en un callejón sin salida porque pocos días antes de que se publicara la resolución, habíamos matriculado los trabajos, y ahora nos veíamos obligados a cancelar dichas matrículas, lo que significó una pérdida de tiempo y quebraderos de cabeza innecesarios para nuestro rendimiento académico. Me vi obligada a consultar con el vicedecanato la mejor opción, y me aconsejaron postergarlo un año, al menos hasta la obtención del requisito lingüístico, que conseguí por casualidad antes de que finalizara el curso.

Casi dos años después de emprender la búsqueda del "camino más seguro", me encontraba aún en el umbral del pórtico, que ni siquiera en la entrada: ¿qué debo hacer? ¿solicitar varios temas de la lista y arriesgarme a que me den el que menos me gusta por  nota media, o proponer uno que llevará meses que aprueben en una reunión de Facultad? Entonces, tuve que tomar mi primera decisión pero, antes de darme un auto-veredicto, consulté con profesoras con las que estaba interesada en hacerlo, llegado el caso. A veces, creemos erróneamente que solicitando opiniones ajenas disminuirá nuestra culpabilidad y nos exonerará de las consecuencias, pero al final uno siempre toma sus decisiones libremente y en solitario. Como sospeché, ninguno de los pareceres era unívoco: "X" pensaba que tendría que consensuarlo con el profesor que me fuera a dirigir; "Y", que debía elegir entre los temas de la oferta, según ella más conveniente, y a la vez establecer acuerdo; y, finalmente, "Z", que continuara con el docente y el tema que tenía previstos desde hacía casi dos años. 

Llegada a este punto, realicé una valoración de la situación: hablar no resultaba efectivo en absoluto, porque en términos burocráticos tan sólo constaba una solicitud, cuya resolución se conocería un mes y medio más tarde, que podía efectuarse de un modo muy poco conclusivo y difícil de prever. Realizar el trámite, sí. Seguir con aquél profesor no merecía la pena, y menos si no era un experto directo en la materia que a mí me interesaba. Decidí que, habiendo una docena de posibles solicitudes, como habitualmente solía ocurrir, los profesores más demandados serían los más populares (normalmente, un número fijo), y que era difícil que me otorgasen la primera opción, pero, por otro lado, si proponía tema y profesor, debía apalabrarlo antes y esperar a una Junta que podía ser posterior a la resolución de las listas. Si éstas salían, no habría posibilidad de maniobra con las adjudicaciones, ya que no se pueden pedir más que los temas no elegidos. Me decidí por lo más obvio y más seguro: una moneda al aire, a cara o cruz. Cinco temas de la lista y... a cruzar los dedos...

Como estudiante de Grado, me había resignado y rebajado mis expectativas: el Grado no está pensado para que un estudiante se especialice en lo que más le gusta. La universidad se ajusta más a un estado de derecho, que a uno social y de derecho, porque la normativa así lo contempla: "el objetivo es garantizar que todos los estudiantes realicen su TFG", y no a "realizarlo acorde a sus preferencias". Durante la carrera estudiamos cosas que nos gustan y otras que no, y esto obedece a una concepción generalista de los planes de estudio. Tenemos que ser polivalentes, válidos para lo uno o para lo otro. La triste realidad de todo esto es que la situación podría haber sido mejorable, especialmente si los profesores conocieran mejor los trámites y procedimientos que hay que realizar para proyectos académicos de fin de estudios. En fin, a uno a veces no le dicen que para caminar por el monte es mejor llevar botas... y que si piensa que es de tierra, que se va a encontrar con un pedregal... En esto, como en todo, se aprende a base de equivocarse y tomar decisiones.

"Trabajos Fin de Grado para encauzar vocaciones"


Trabajos Fin de Grado para encauzar vocaciones

Mitos y realidades sobre el temido Trabajo de Fin de Grado

Seguro que hay muchos universitarios que estarán aterrados ante ese último bastión que hay que derribar para abrazar el querido título, han buscado en Internet y, por si no tuvieran ya pocas dudas, lo único que ha hecho San Google es estrujar  aún más sus cerebros. Pues bien, se podría decir que la mayoría de las veces la mayoría de las cosas no son lo que parecen. ¿Os parece si empezamos?




1) El TFG es un trámite. FALSO. Si hiciéramos un pequeño ejercicio de reflexión, nos daríamos cuenta de que obedece al mismo tipo de trabajo académico que las tesinas, los TFM y las Tesis, porque su finalidad es demostrar que te mereces en verdad el título a por el que vas. Podríamos llamarlo "Trabajo Fin de Estudios". Luego ¿tener un título de máster o doctorado es un juego? No, y tampoco ser un "Graduado en X" es para tomárselo a la ligera. Metámonos todos en la cabeza que la Educación Superior no es como cursar la ESO o el Bachillerato, y que muchos son los llamados y pocos los elegidos. El verdadero trámite es el pago por la expedición del título oficial. Puede que no sea tan difícil superarlo pero, aunque escaso, también hay un ligero porcentaje de suspensos todos los años en los campus españoles. 

2) El TFG es fácil de aprobar. VERDADERO. En general, casi todos lo superan con éxito, aunque deberíamos abandonar la idea de que la Universidad es igualitaria, democrática y todos somos ciudadanos de pleno derecho, socialmente iguales. Pues no. Para quien no lo sepa, la Universidad es el último resquicio del feudalismo, y no todos los estudiantes somos iguales. No importa que el TFG sea fácil de aprobar, porque en realidad a la mayoría no le da igual aprobar con un 5 raspado que con un 10... quien mejor nota saque se llevará todos los honores, y puede que eso le facilite su vida académica en adelante si no era de esos "elegidos a dedo" desde primer curso. A estas alturas todos somos conscientes de lo competitivo que es el mundo académico.

3) El TFG es un trabajo de síntesis bibliográfica. FALSO. Suele ser una consideración errónea. No vale copiar y pegar de la Wikipedia. Quien piense que con unas cuantas reseñas y veinte artículos bien parafraseados ya lo tiene hecho, se equivoca. Hacerlo medianamente bien sólo llega a calificarse con notable. Para conseguir el sobresaliente una síntesis bibliográfica no sirve, sino que tendrá que ser o un estado de la cuestión o un trabajo de investigación.

4) Hay libertad para escoger el tema y al profesor que quieras. FALSO. He visto que en muchas webs orientativas se afirma que sólo es necesario hablar con un profesor y acordar el tema con él. En muchas facultades esta operación no es tan sencilla, porque los profesores tienen una carga lectiva asignada que no se puede superar y sólo admiten uno o dos estudiantes como mucho. Hay mucha rivalidad para quedarse con los favoritos de turno y siempre queda gente insatisfecha con el resultado. En resumen, no siempre puedes estudiar el tema que más te gusta. Eso sólo sería posible si la tasa de suspensos fuera tan elevada que media docena consiguieran llegar al último curso, pero no es viable con la actual masificación de las titulaciones.

5) El tribunal que evalúa el TFG nunca se lee los trabajos. FALSO. Podría suceder, pero no es la tónica habitual. De lo contrario, todos los trabajos aprobarían de sobra y en realidad  se aprecian muchas diferencias de unos a otros. De ser así, difícilmente los profesores podrían apuntar errores y sugerencias de mejora muy concretos. Lo que es más difícil es que detecten el plagio.

6) Se puede llegar a escribir un TFG en un día o en una semana. FALSO. Es prácticamente imposible redactar 50 páginas en apenas unos días. Al parecer, hay personas que lo creen posible, pero de ser así, seguramente no será un buen TFG. Requiere tiempo revisar fallos y corregir.

7) El tutor pasa olímpicamente de su alumno. FALSO. Ni se despreocupan ni esclavizan, pero hay casos en los que sí ocurre. No es lo normal. Como lo anterior, son tópicos de la gran academia.

Como se puede comprobar, hay muchas ideas equivocadas con respecto al TFG. La mayoría son tópicos que pululan por las redes y que desalientan a los estudiantes cuando les toca saltar la valla. Mi experiencia me dice que es algo único e irrepetible, quizá el mayor aliciente de cursar una carrera, y que está a años luz de todo lo que el gentío comenta.

Carta de bienvenida al Blog




Doy la bienvenida en este blog a todos los usuarios y lectores, pero sobre todo a aquéllos universitarios que están a punto de culminar la primera etapa de sus estudios universitarios, porque a ellos estarán dedicados especialmente los post que se irán publicando. El objetivo de este blog es aportar mi propia experiencia como graduada en Filosofía y Letras. Finalizar una carrera universitaria es un proceso largo, lleno de múltiples sensaciones y aprendizajes, una maratón de obstáculos que comienza desde el primer día en que se pisa el aula. Sin embargo, si hay un momento clave en el proceso de obtención de un título universitario, creo que es sin duda la prueba final que todo graduando deberá superar para demostrar su valía: el Trabajo Fin de Grado (TFG). El TFG es un proyecto original e individual con carácter académico e introductorio a la investigación, similar a una tesina o una tesis doctoral. Aquí es donde el estudiante se pone a prueba a sí mismo, donde dice quién y quién quiere ser. Constituye el cierre de una etapa de la vida académica y abre las puertas a otra.

Con frecuencia, se le concede muy poca importancia al TFG como vía de aprendizaje y de especialización en un ámbito o tema que las titulaciones, por su carácter genérico, no ofrecen. Tampoco se ha hecho hincapié en los valores del autoaprendizaje que comporta enfrentarse a un proyecto académico personal cuando, en adelante, la búsqueda del conocimiento deberá surgir como propia iniciativa del estudiante. A menudo se lo considera un obstáculo ideado por el reciente EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) y seguramente muchos interesados habréis devorado foros y blogs orientativos tratando de encontrar respuestas para realizarlo en las mejores condiciones. Mi intención no es orientar en los pasos necesarios para terminarlo, sino ofrecer una experiencia personal, con la que creo que se sentirán identificados todos aquéllos que creen en los valores éticos y didácticos de las prácticas y los trabajos de clase, en detrimento de la asimilación de contenidos excesivamente teóricos.

Esta idea ha surgido a raíz de varios blogs escritos por doctorandos en mitad de su tesis doctoral, que casi conforman un auténtico género literario digital. Compartir nuestras vivencias como universitarios no será una crítica que propicie la mejora del sistema universitario, pero  puede que nos ayude a soportar la presión de un mundo de élite tan injusto y competitivo.